Cuento lírico en tres actos. Libreto de Jaroslav Kvapil.
Título original: Rusalka (término checo que significa ondina).
Idioma original: checo.
Personajes: El príncipe (tenor); el guardabosques (tenor); una princesa extranjera (soprano); Rusalka (soprano); el espíritu de las aguas (barítono); la bruja Jezibaba (contralto); un cazador (tenor); tres elfos.
Lugar y época: Los propios de los cuentos de hadas.
Argumento: Una hermosa noche de verano, las ondinas juegan en un lago del bosque y bromean con el viejo espíritu de las aguas. Sin embargo, una no está completamente entregada al juego: Rusalka ama al príncipe que va a cazar con frecuencia a ese lugar, el cual no puede verla porque es invisible a los ojos humanos. Rusalka anhela tener un cuerpo humano y vivir la vida de una mujer. El espíritu de las aguas intenta inútilmente disuadirla. Rusalka recurre a la bruja, que puede cumplir su deseo pero que le impone una condición difícil: enmudecer. Sin embargo, nadie puede disuadirla de su deseo. Y así, el príncipe, que se ha enamorado de ella, la lleva a su castillo. Pero su amor se enfría poco a poco, pues no puede entender a la extraña mujer, bella y siempre silenciosa. A una princesa le resulta fácil llamar la atención del príncipe. El espíritu de las aguas, que no puede soportar más el sufrimiento de Rusalka, se la arrebata al príncipe. Sólo entonces comprende éste que ha amado a un ser del reino de los espíritus. Su deseo despierta otra vez y envía mensajeros para que encuentren a Rusalka. Esta vagabundea desesperada; ha sido desterrada del reino de las aguas; no puede y no quiere volver al reino de los hombres. La bruja le sugiere una solución: si mata al príncipe quedará redimida y podrá volver a las profundidades del lago. Pero Rusalka sigue amando al príncipe y, cuando éste llega por fin, enfermo de nostalgia, al borde del lago, la ondina quiere salvarlo. El príncipe sabe que el beso de Rusalka se ha vuelto mortal para él, pero anhela ese final. Muere en el instante más dichoso de su vida.
Libreto: Rusalka es una antiquísima figura de los cuentos de hadas. Aparece en la literatura europea ya en 1387, en Jean d’Arras; en poemas posteriores la encontramos como sirena, ondina o Melusina. Pertenece a un reino intermedio en cuya existencia creyó firmemente, como muchos otros, el genial investigador de la naturaleza, médico y artista de la medicina, Teophrastus von Hohenheim, llamado Paracelso (1493-1541). Rusalka es, como las ninfas y las ondinas, un espíritu elemental, ligado con el cuerpo y la sangre al reino de los hombres pero también, a causa de su carencia de alma, al mundo de los espíritus. Su anhelo consiste en convertirse en ser humano y poder amar como una mujer terrenal, incluso al precio del sufrimiento y de la muerte. Jaroslav Kvapil escribió en 1899 el libreto de Rusalka, sin saber quién le pondría música. Creó un verdadero libro de cuentos, que si bien recibió muchas influencias (en especial una que no se encuentra en otros textos sobre ondinas: la de Andersen), es homogéneo, bello y lleno de viveza.
Música: El mayor deseo de Dvorak era alcanzar un éxito rotundo con una ópera, tal vez llegar a escribir auténticas óperas populares, como Verdi. De mayo a noviembre de 1900 trabajó en ésta, que habría de ser su mejor obra dramática y que merece un lugar entre las mejores óperas de todos los países. El ambiente mágico del primer y último acto está maravillosamente logrado; tiene algo de Wagner aquí y allá, pero es ante todo checo, con la más profunda y fina sensibilidad para un verdadero arte popular. Es posible que Dvorak estuviera totalmente pendiente de su Rusalka, pues las melodías que puso en su boca son de una belleza pura y conmovedora. Se sabe que, para componer esta ópera, se retiraba todos los días durante varias horas a orillas de un solitario lago del bosque. Tal vez fuese una ondina quien le inspiró la magnífica «Canción a la luna».
Historia: El estreno de esta ópera tuvo lugar el 31 de marzo de 1901 en el Teatro Nacional de Praga; la prueba de la popularidad que ha tenido en su país es que en 1946 hubo 500 representaciones (cantidad sólo superada por dos óperas de Smetana, La novia vendida y El beso). En el extranjero es poco conocida, pero allí donde se representa conquista los corazones.
Fuente: Diccionario de la Ópera de Kurt Pahlen