El extraordinario barítono uruguayo Erwin Schrott, como Fígaro, y su también impresionante colega polaco Mariusz Kwieczen en el papel del conde Almaviva destacan claramente sobre el resto del reparto en la reposición de “Las Bodas de Fígaro”, de Mozart, en la Royal Opera House londinense. Al lado de ambos intérpretes masculinos, Eri Nakamura -que ha interpretado ya en Londres con éxito otros papeles como “Giulietta”, en “I Capuleti e i Montecchi”; Frasquita, en “Carmen”; o Musetta, en “La Bohème”- no logra convencer del todo en su rol de Susanna.
La joven soprano japonesa tiene una voz bella, pero, incluso con la enorme ayuda del maestro Colin Davis, le cuesta proyectarla, de modo que resulta difícilmente audible en algún momento, sobre todo al principio de la representación.
Por otro lado, la comicidad casi histérica que imprime a su personaje puede resultar a veces un punto forzada.
Schrott domina la escena cada vez que aparece. El uruguayo, que en declaraciones a Efe dijo haber madurado con su personaje, demuestra una vez más ser no sólo un cantante con un hermoso timbre varonil y potente sino también un auténtico animal escénico que transmite una increíble sensualidad.
Su forma de interpretar los recitativos, hablando más que cantando, confiere una gran espontaneidad y naturalidad a los diálogos, que puede generar un cierto desequilibrio cuando otros intérpretes optan por un enfoque más tradicional, como ha señalado algún crítico.
Schrott, el único intérprete de la producción original, parece sentirse más cómodo que nunca en la piel del rebelde Figaro, un papel que domina hata el extremo de que parece hecho especialmente para él, tanto desde el punto de vista vocal como del dramático, y es un auténtico deleite verle y escucharle.
Él es el verdadero motor del drama y en él se encarna magistralmente la quiebra del orden feudal, que le convierte en el igual de un conde empeñado en defender el derecho de pernada con sus sirvientes.
Del mismo modo, Mariusz Kwiecien, que debutaba como Almaviva en la Royal Opera House, en el Covent Garden, pese a haber interpretado ese papel en otros grandes teatros, incluido la Metropoitan Opera de Nueva York, une a su vez una espléndida voz de barítono con una enorme energía.
Entre las cantantes, además de la citada soprano japonesa, cuyo físico tampoco se adecúa demasiado al personaje que interpreta, cabría destacar a la alemana Annette Dasch, una soprano de gran potencia vocal y fuerte presencia que debuta también en el Covent Garden y a la que en otras funciones sustituirá la finlandesa Soile Isokoski.
La mezzosoprano lituana Jurgita Adamonyté hace un Cherubino que convence sólo a medias. La suya es también una voz que no tiene la potencia que requiere un auditorio como el de la Royal Opera House.
Afortunadamente, sin embargo, Sir Colin Davis, uno de los más destacados intérpretes de Mozart, dirige en todo momento con extraordinaria sensibilidad para los cantantes.
La puesta en escena de David McVicar, llena de movimiento y energía, funciona tan perfectamente como el primer día, y seguirá aguantando bien el tiempo.
Fuente: © EFE 2010