Con excelente criterio, el Teatro Colón continua con su temporada lírica ofreciendo una nueva versión del valioso y original tríptico de Giacomo Puccini, conformado por tres pequeñas óperas en un acto, Il tabarro (El capote), Suo r Angelica y Gianni Schicchi , ramillete caracterizado por partituras de formidable inspiración melódica, maestría incuestionable en lo referente a la técnica de composición y a la concepción del conjunto. Allí, el canto, el discurso sonoro y la acción dramática conforman una estructura indivisa hasta el punto de poder afirmarse que el autor, en 1917, siendo conocedor de los nuevos lenguajes musicales provenientes de la Nueva Escuela de Viena, provoca con la tríada un avance innovador para el teatro cantado.
En relación con la estética musical de las partituras, vale la pena recordar que no fue en vano el hecho de que Puccini hubiera asistido al estreno de Pierrot Lunaire , con la dirección de su propio autor, Arnold Schoenberg, y que a la salida del concierto ambos músicos se hayan saludado y hablado un rato, lo suficiente como para que a partir de esa noche trabaran una amistad que llegó a ser afectuosa, pero que tristemente se truncó por la prematura muerte del creador italiano. ¡Qué originales y maravillosas hubieran sido algunas creaciones más de Puccini, enriquecido y por nuevos senderos después de su Turandot !
Si bien es una realidad que una parte de la crítica desdeña los valores creativos de compositor universal de Puccini, arguyendo que fue un provinciano que se quedó al margen de las corrientes avanzadas de su tiempo, no es posible negar que fue y sigue siendo un músico popular. Decir “popular” no indica un defecto, sino una característica de sus obras, que es la de seguir dando la vuelta al mundo porque precisamente son universales, y suma el cuidadoso trabajo del compositor en el armado teatral, así como también el manejo brillante del aspecto instrumental de su música y la riqueza de matices que logró con sus dinámicas y combinaciones de timbres e intensidades.
Por otro lado, la importancia de la melodía hace rato que ha dejado de ser algo menor o anticuado. Giacomo Puccini y muchos de los actuales creadores han demostrado que en las artes nada pasa del todo y que las tendencias neoclásicas o neorrománticas siempre son válidas. Porque lo importante no es la teoría, sino la obra realizada con el sello del compositor; esa es la que será valorada por los espectadores. Puccini, como Monteverdi, Purcell, Verdi, Debussy o Wagner, entre muchos más, han hecho lo suyo en su tiempo y con el talento creador que los diferencia.
Inspirado en La divina comedia de Dante, el autor acaso haya querido representar en las tres óperas que conforman El tríptico , el infierno en la barcaza de Michele en Il tabarro ; el purgatorio en el convento de clausura de Suo r Angelica, y el cielo en la libertad y felicidad de la juventud en el final de Gianni Schicchi , con el agregado irónico de ese texto inolvidable del protagonista: “Díganme ustedes, señores, si los dineros de Buoso pudieran terminar mejor que de este modo. Por esta extravagancia me han echado al infierno, y que así sea; pero con permiso del gran padre Dante, si esta noche se han divertido [y hace un gesto de aplauso], concédanme el atenuante”. Pero ese aplauso no sólo será para los intérpretes; desde siempre, todos los públicos del mundo se lo ofrecen con gran admiración a Giacomo Puccini.
Con nombre y apellido
El equipo de intérpretes invitados por el Teatro Colón para las tres óperas de Puccini estará encabezado por el director de orquesta Richard Buckley y por el director de la puesta en escena Stefano Poda; sobre bocetos de Daniel Feijoo y diseño de vestuario de Cristina Pineda. El Coro Estable está preparado por Marcelo Ayub y el de Niños, por César Bustamante.
El consagrado barítono español Juan Pons tendrá a su cargo los dos personajes centrales, Michele en Il tabarro y Gianni Schicchi, en la ópera homónima; en tanto que la soprano Amarilli Nizza será Angelica junto a la mezzosoprano Agnes Zwierko, que no sólo dará vida a la imponente Tía Princesa en Suo r Angelica, sino también figura relevante en Il tabarro encarando a Frugola, y la ambiciosa Zita en Gianni Schicchi , tres personajes que tuvieron como brillante creadora a una gran artista nacional como Luisa Bartoletti, a quien se recuerda con cariño y estima.
Es una pena que el espectáculo conformado por tres partes -con una duración estimada en tres horas veinticinco minutos-, en el que actúa un elenco con alta cantidad de artistas nacionales, no se anuncie con el agregado de una buena cantidad de funciones extraordinarias a precios asequibles y algunas dedicadas a estudiantes, a los efectos de que la sala dependiente del gobierno de la ciudad cumpla el postulado de contribuir a la formación de nuevos públicos.
Fuente: La Nacion.com – Juan Carlos Montero