Arrastra multitudes, de eso no cabe duda: a su talento arrebatador se une su encanto escénico, ese poder de comunicación que le convierte en todo un fenómeno sobre los escenarios. Rolando Villazón, el tenor que enamora por la belleza de su voz y por la pasión con la que afronta los secretos del canto, por fin vuelve a los escenarios. Lo esperábamos con ansias.
La primera vez que lo escuché me sucedió como a todos: lo viví como un descubrimiento. Era en la entrega de los Premios Victorie de la Musique, en Cannes. Después vino una Bohème inolvidable en Bregenz. Él comenzaba a despuntar en Europa antes de que las discográficas se pelearan por su fichaje. Llegó para ocupar el trono del rey de la ópera siguiendo la huella del filón tenoril hispanoamericano, ese que comenzaron a cimentar José Cura, Marcelo Álvarez y Ramón Vargas y que Rolando completa junto a Juan Diego Flórez (con estos mimbres, ¿para cuándo una nueva versión de los Tres Tenores? Y los cinco del Nuevo Mundo…).