Georges Bizet (1838 -75) poseía cualidades notables para la música; en el Conservatorio de París fue alumno destacado de Charles Gounod y a pesar de todo la suya fue una carrera relativamente modesta, alcanzando la fama universal pocos meses antes de morir con el estreno de Carmen, el 3 de marzo de 1875, hace ahora 140 años.
Bizet no vivió para disfrutarlo. Mucho antes, en sus comienzos y siguiendo a su maestro, el compositor había llamado la atención por primera vez con su Sinfonía en Do (1855). Ganó el Premio de Roma en 1857 y gracias a ello pasó tres años en Italia; escribió óperas de fuerte influencia italiana, como Don Procopio (1858-59), muy influida por Donizetti. Al regresar a París buscó su lugar en el mundo operístico francés, evitando el mundillo de la Opéra de París, terreno cortesano, de la aristocracia y de la alta burguesía, vinculándose a la Opéra-Comique y al movimiento conocido como exotismo, componiendo óperas adscritas a este estilo que miraba a culturas lejanas y atractivas. Lejos de la inalcanzable y competitiva Opéra, la compañía de la Opéra-Comique tenía un público burgués que acostumbraba a asistir a las funciones en familia y que no gustaba de argumentos muy atrevidos. Con el exotismo en boga, Bizet alcanzó el primer gran éxito de su carrera con Los pescadores de perlas (1863), ópera ambientada en Ceilán. Pero no todas sus apuestas en este campo tuvieron el mismo buen resultado: en 1872 Djamileh, un infumable amasijo de tópicos árabes situada en El Cairo y con una partitura desigual, ha tenido una difusión muy inferior.
Por esto resulta sorprendente que Bizet tuviera de golpe el ingenio para crear una obra como Carmen, que se ha acabado situando entre las más populares del repertorio internacional al apelar a una España de leyenda y de mitos. Estrenada en la Opéra-Comique con un éxito muy dudoso al principio (el público más conservador se sintió incómodo ante un espectáculo con mujeres que fumaban, un vicio masculino que en la época era un tabú para las señoras), los ingredientes que conformaron esta obra maestra no son los que un gran cocinero hubiese empleado para semejante triunfo. Los expertos suelen recurrir a fórmulas preestablecidas, y no fue éste el caso de Carmen.
La obra literaria de Mérimée que sirvió de base para la ópera, no tiene ni la fuerza ni el atractivo del libreto de Henri Meilhac y Ludovic Halévy, quienes supieron obviar los aspectos de la novela que no eran operizables, como es el hecho de que en la novela la relación entre Don José y Carmen viene de lejos, ya que antes del encuentro en Sevilla la gitana había residido en Vizcaya y hablaba la lengua vasca que José tenía como propia. Entre otros detalles poco aptos para poner en música, Mérimée se refiere al ferviente catolicismo del protagonista, que en la ópera solo se menciona.
Otro factor que no parecía destinado al éxito logrado por Carmen es que Bizet, como compositor, se apuntó al exotismo de un modo desigual: si por un lado justo es reconocerle una capacidad literalmente increíble para captar los elementos típicos de la música española, por otra parte no se puede negar que a la hora de crear una opéra comique –con diálogos hablados entre los números musicales– Bizet mirara de frente al género en más de un momento, especialmente en el quinteto de los contrabandistas y en el trío de las cartas, escenas que poseen el espíritu del entonces considerado género menor francés, asociado por entero al compartimentado espíritu oficial galo.
Vocalidad ganadora >> El operismo francés –impulsado por Luis XIV– ha intentado definir sus propias características respecto de la música vocal y en el recuadro se hace mención a esta clasificación en lo que concierne a la cuerda de soprano. La protagonista de Carmen es una mezzo lírica, aunque muchas veces también ha sido asumida por una soprano; por cierto, Célestine Galli-Marié, quien la estrenó en París, también lo hizo en España, en el Teatre Líric de Barcelona en 1881; al Liceu la obra llegaría en 1888.
Para el tenor protagonista el operismo francés no tiene ningún título especial que defender, y lo califica simplemente de tenor, con límites vocales entre el Do central y el Do 4, el mal llamado Do de pecho. Micaëla sirve de contraste a la protagonista: es la bondad y la religiosidad que Don José ve como ideales; es una soprano lírica o lírico-ligera con intervenciones muy cuidadas y con una instrumentación casi prodigiosa, sobre todo en su aria del tercer acto. Tiene también la obra un barítono de gran calado en la figura de Escamillo, cuya marcha de bienvenida (“Toréador”) es quizás la pieza más divulgada de la obra; además tiene a su cargo un dúo de amor que es, curiosamente, uno de los más breves de la historia de la ópera, con solo nueve compases. No faltan personajes de cierto relieve en el resto del reparto, sobre todo las dos amigas de Carmen, Frasquita (soprano) y Mercédès (mezzosoprano), con una relativa presencia escénica, o los contrabandistas, Dancaïre y Remendado, barítono y tenor respectivamente. Destaca notoriamente el tratamiento de los coros y, cómo no, ese coro infantil que en el primer acto juega a la guerra y que Chaikovsky imitaría en La dama de picas como homenaje a Bizet.
Como se decía al principio, el compositor no pudo disfrutar del éxito de la ópera, ya que fallecería tres meses después del estreno, sin enterarse de que Carmen pasaría a convertirse en una de las diez óperas más populares de la historia.
Voces francesas >> En su afán por crear un baremo vocal francés, no han faltado intentos de dar como entidades definitorias aquellas que nacen de cantantes históricas francesas, como soprano Dugazon (Louise Dugazon, 1755-1821) o soprano Falcon (Marie-Cornélie Falcon, 1812-97). Esta última es la definición más absurda, pues se refiere a una cantante que se hizo célebre como Alice en Robert le Diablepero que tuvo una carrera de apenas ocho años y que acabó con un gran fracaso, por lo que no se entiende que se insista en utilizarla para indicar un tipo de soprano más o menos dramática, con una extensión que alcanzaría del Si bemol central al Do sostenido 5. Por fortuna las sopranos o mezzos francesas que han abordado el rol de Carmen han tenido una técnica mejor arraigada que la Falcon, como Célestine Galli-Marié, la primera Carmen de la historia, que había debutado en París en 1859 y más de treinta años después todavía cantaría el rol en Londres en un homenaje a Bizet.
Fuente: http://operaactual.com/